En
los inicios del siglo XXI, tiempos caracterizados por el fenómeno de la
renombrada globalización; tendencia social que nos otorga un conjunto de
posibilidades y restricciones relacionadas con nuestro estilo y calidad de
vida, y que ha afectado nuestra forma de comunicarnos y de utilizar las
plataformas que sean capaces de canalizar de la mejor manera posible esa
necesidad de interactuar con los demás.
Es así como la actualidad nos plantea una vida llena de “formatos” principalmente condicionados por el tiempo y nuestra demanda por elegir ser apoyados por otros que cuentes con la capacidad para guiarnos en los vaivenes de esta nueva realidad . Así surge en gloria y majestad la clase política, una plataforma de ciudadanos llamado a enfrentar y adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos, de los nuevos temas que preocupan a la ciudadanía y de dar cuenta de su gestión de la forma más directa y transparente posible. Son los llamados a reflejar el sentir y las aspiraciones de quienes los hemos elegimos, el electorado.
Es así como la actualidad nos plantea una vida llena de “formatos” principalmente condicionados por el tiempo y nuestra demanda por elegir ser apoyados por otros que cuentes con la capacidad para guiarnos en los vaivenes de esta nueva realidad . Así surge en gloria y majestad la clase política, una plataforma de ciudadanos llamado a enfrentar y adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos, de los nuevos temas que preocupan a la ciudadanía y de dar cuenta de su gestión de la forma más directa y transparente posible. Son los llamados a reflejar el sentir y las aspiraciones de quienes los hemos elegimos, el electorado.
En
las bases de este fenómeno social se encuentra la oratoria política, disciplina
estrechamente relacionada con las bases del Marketing Político, ciencia que
data de la época de los 50’ que tuvo sus bases en la investigación,
planificación y administración comunicacional desarrollada en Estados Unidos y
propiciado por candidato presidencial Dwight Eisenhower, quien se asesoró por
primera vez en el desarrollo y proyección de su imagen a través de la
prestigiosa agencia de publicidad BBDO, con el objeto de “vender una
alternativa” de proyecto país al mercado votante de la época.
Las realidades fueron cambiando desde entonces para la mayoría de los países que miraban este fenómeno como parte del quehacer hollywoodense propio de su cultura comunicacional. Sin embargo, no fue hasta mucho tiempo después que esta dinámica publicitaria se fue profesionalizando y observando las nuevas tendencias sociales mundiales en torno al cual podrían anclarse las figuras de los candidatos, adaptando sus estrategias a la realidad local.
Hoy por hoy, suponer que los políticos del mundo pueden bastar sus programas a meras intervenciones informativas y fotografías para saber de quienes se trata, es la carta segura para el fracaso inicial de cualquier campaña que se digne de seria. Los candidato de hoy están obligados a considerar que aunque se siga hablando de partidos y de ideologías, la verdad descansa mucho en el peso de sus personalidades porque la confianza del electorado ahora descansa en las personas, más allá de la representación y las alianzas político-partidistas que mayoritariamente dan forma a las candidaturas.
En nuestros tiempos, un político ya no puede embutir un discurso con cifras o con tesis, ya no puede remembrar los estilos de antaño, con extremadas pausas y matices característicos, propios de un verdadero espectáculo y con la amplia atención que antiguamente concedía la ciudadanía. Hoy en día el político debe imprimir a su material ese “algo” que es la claridad, la elegancia, la consición en sus propuestas, la conciencia en el tiempo asignado para intervenir y la capacidad de persuasión para lograr representar de la mejor manera posible, las aspiraciones de los votantes. Es la “Oferta y la Demanda” de este libre mercado de estilos, tendencias y necesidades.
Por lo anterior, a estas alturas resulta obvio percibir, creo ya nadie lo discute, que el electorado se interesa más por las personas y sus valores, que por el partido político que representan; así lo demuestra en nuestro país la publicidad gráfica que tímidamente deja entrever la coalición que lo apoya, dando cuenta de una deteriorada imagen de nuestros representantes ampliamente cuestionada por sobresueldos, temas de honorabilidad y falta de rigurosidad en el trabajo que les compete.
Esta sensación generalizada se traspasa, sin duda, al desinterés progresivo que tienen las promesas de buena administración y de cambios sobre los mismos temas recurrentes como la seguridad, el empleo, la educación, el transporte público, el destino de las riquezas naturales del país, etc. ¿Será que ya presagiamos que probablemente el político cumplirá parte o nada de lo que prometió hacer de salir elegido?. La realidad, y por lo visto no todos se han dado cuenta, es que el electorado ahora desea simplemente sentir la “Cercanía” de su candidato, la confianza que inspiran sus dichos y hechos, más allá de la simple afirmación del “...créame, lo haré bien”. Un claro ejemplo de esta necesidad social es el respaldado apoyo de muchos sectores del país a los actores de televisión, cantantes y modelos; candidatos que de una u otra forma lograr llegar a la intimidad de sus votantes a través de los medios.
Hoy en día, quien pretenda convertirse en la “Voz” de las masas debe tener muy claro que existe esta nueva forma de comunicarse, Esto ya es parte del pasado, cada vez hay que ser más cuidadoso con los contenidos que se incluyen en la pauta televisiva o, incluso, en la puerta de la señora Juanita que se dispone a escuchar las propuestas y compromisos del candidato que la está visitando, frente a la expectación de los medios y la comunidad. El político moderno debe tener claro que ya no solamente hay que confrontar a los partidos de la oposición, sino también interactuar con el desgano y desconfianza de una audiencia que percibe cada vez más lejanía con sus representantes.
Por esta razón es que se hace imprescindible considerar que el político hable
con la verdad, con su verdad, que se muestre con la mayor honestidad posible,
que resulte entretenido de atender, que posea la habilidad de escuchar, que
sepa manejar la dinámica de los medios de comunicación, que forme parte de los
nuevos canales de interrelación social (página web, facebook, blog, etc.) y que
maneje la información más útil y de buena fuente según el objetivo de su discurso
trazado. Todas ellas técnicas para controlar los diversos aspectos verbales y
no verbales que marcan la preferencia de tal o cual candidato.
Una reflexión que me surge al respecto, es que muchos de nuestros candidatos políticos chilenos, no toman en cuenta la importancia de poseer conjunto con sus habilidades personales oratorias, ni menos poseen estrategias serias de comunicación política para administrar su imagen como herramienta para guiarse e identificarse con la opinión pública en torno a conseguir una diferenciación y posicionamiento claro con respecto a sus pares en la lucha por el sitial público al que apuestan. Tan sólo uno pocos se preparan para enfrentar las percepciones de los distintos públicos influyentes interesados en el quehacer del candidato (Stakeholders).
Una reflexión que me surge al respecto, es que muchos de nuestros candidatos políticos chilenos, no toman en cuenta la importancia de poseer conjunto con sus habilidades personales oratorias, ni menos poseen estrategias serias de comunicación política para administrar su imagen como herramienta para guiarse e identificarse con la opinión pública en torno a conseguir una diferenciación y posicionamiento claro con respecto a sus pares en la lucha por el sitial público al que apuestan. Tan sólo uno pocos se preparan para enfrentar las percepciones de los distintos públicos influyentes interesados en el quehacer del candidato (Stakeholders).
Muy tímidamente y recogiendo estas necesidades de identificación masiva, tenemos algunos presidenciables como Joaquín Lavin y Sebastián Piñera que, imitando a su par Bill Clinton, político quien más ha usado en sus campañas el Marketing Político y las habilidades en oratoria moderna, de cierta manera han logrado afianzar una imagen más popular con sus participaciones en programas de televisión destinados a audiencias menos politizadas (Programas de conversación y concursos, matinales y estelares de la farándula criolla).
En términos generales, a mi parecer tenemos una clase política todavía muy inmadura que no tiene la inquietud, ni menos el conocimiento para cautivar fácilmente a sus audiencias, a diferencia de Estados Unidos en donde el manejo de la comunicación política es toda una disciplina y la capacidad de impacto que visualizan los candidatos es totalmente diferente.
En definitiva y apelando
a la importancia de la Oratoria Política en el quehacer público, vaya mi
consejo a los actuales y futuros interesados en ser los “representantes del
pueblo”, a que inviertan el tiempo y los recursos necesarios en transformar sus
elecciones en verdaderas estrategias de marketing que involucren, no sólo un
cúmulo de buenas acciones, conocimientos y experiencias; sino también
preocuparse por el momento comunicacional que estamos viviendo, lleno de
saturación de mensajes e individualismos propios de una sociedad cada vez más
solitaria y falta de referentes, esa es la cercanía del candidato del político
y ser humano que debe mostrar y demostrar...simplemente los tiempos de Boom de
la Oratoria en la política....nos vemos !!!.-